Génesis y desarrollo de la lengua árabe

Introducción general

El ascenso del árabe a la condición de gran idioma mundial está profundamente unido al ascenso del islam como gran religión mundial. Antes de la aparición del islam, el árabe era una idioma de poca importancia dentro de la rama sur de la familia de las lenguas semíticas, usado por un pequeño número de tribus mayoritariamente nómadas de la Península Arábiga y con una tradición escrita extremadamente pobre. Durante los cien años posteriores a la muerte de Muhammad, el profeta a quien Dios transmitió el mensaje coránico, en 632 de la E.C. [3] , el árabe se convirtió en el idioma oficial de un imperio mundial cuyos límites se extendían desde el río Oxus en Asia Central hasta el Océano Atlántico, desplazándose incluso hacia el norte, dentro de la Península Ibérica, en Europa.

El carácter sin precedentes de esta transformación, al menos entre los idiomas situados en el área de la cuenca mediterránea, puede apreciarse si comparamos el árabe con las más importantes lenguas religiosas y políticas que fueron sus predecesoras en la zona: el hebreo, el griego y el latín. El hebreo, idioma que conserva las escrituras más importantes de la tradición religiosa judía, nunca alcanzó un papel político destacado como lengua del imperio y, de hecho, cuando el Cristianismo se convirtió en una fuerza religiosa en ascenso durante el siglo II de la E.C., casi había dejado de hablarse o de usarse de manera activa en el territorio donde se había asentado, siendo reemplazado por su lengua semítica hermana, el arameo, que fue el idioma internacional del Imperio Persa [4] . El griego, lengua empleada para preservar el Nuevo Testamento, la más importante escritura canónica del Cristianismo, hacía mucho que ya se había asentado como el principal idioma de la cultura y la educación en la sociedad pagana del Mediterráneo cuando fue adoptado por los escribas cristianos. En este periodo (siglo II de la E.C.), el griego había dejado de ser la lengua de las instituciones de gobierno. Sin embargo, había resurgido políticamente en la época del ascenso del Cristianismo como religión de Estado bajo el emperador Constantino (m. 337 de la E.C.), quien sentó las bases de la separación del Imperio Romano en dos partes: la occidental y la oriental (bizantina). En la época del nacimiento de Muhammad (en torno a 570 de la E.C.), el griego había recuperado por completo su posición como idioma religioso y de gobierno entre los bizantinos.

Durante algún tiempo, el latín sustituyó el predominio del griego como lengua del gobierno y la administración cuando los romanos unificaron la región bajo la égida de su imperio, y seguiría siendo un idioma que uniría culturalmente la de su imperio, y seguiría siendo un idioma que uniría culturalmente la Europa occidental mucho tiempo después de que el imperio dejase de existir como entidad política en esa región. Por otro lado, el principal acceso del latín a la esfera religiosa del monoteísmo fue relativamente menor, siendo un medio para la influyente traducción de la Biblia hebrea y del Nuevo Testamento, la Vulgata, que fue la única versión oficial de las escrituras en la Iglesia cristiana occidental hasta el nacimiento del Protestantismo en el siglo XVI.

El hebreo, además, era un lenguaje religioso por excelencia. Por su parte, el griego y el latín, aunque hicieron inestimables contribuciones al corpus de los textos religiosos usados tanto en el Judaísmo (la traducción al griego de la Biblia hebrea, la Septuaginta, era la versión preferida entre los judíos helenizados del Imperio Romano) como en el Cristianismo, ambas lenguas poseían un amplio historial anterior (y posterior) al monoteísmo judeocristiano que predominó en el Mediterráneo, y tenían fuertes vínculos culturales con el mundo pagano y la sensibilidad del Helenismo. Sólo frente a este telón de fondo puede apreciarse la ruptura realmente radical con el pasado representada por el ascenso del árabe como vía para transmitir las escrituras del islam, unido a su adopción por parte de los califas Omeyas como único idioma para los asuntos de gobierno en 697 de la E.C.

Antecedentes e historia de la lengua árabe
El árabe pertenece a la familia de las lenguas semitas. Los idiomas de esta familia poseen una historia escrita que se remonta a miles de años atrás; uno de los más amplios archivos de documentos de entre todos los grupos lingüísticos humanos [5] . Las lenguas semíticas fueron arraigando y floreciendo en el área de la cuenca mediterránea, y sobre todo en la cuenca de los ríos Tigris y Eufrates y en las zonas costeras de Oriente Medio. Sin embargo, el área de origen del “proto-semítico” continúa siendo objeto de debate entre los expertos. Antes se pensaba que la Península Arábiga había sido la “cuna” del proto-semítico, pero en la actualidad muchos expertos mantienen la opinión de que se originó en algún lugar del Africa Oriental, probablemente en la zona de Somalia o Etiopía. Curiosamente, ambas áreas están ahora dominadas lingüísticamente por los dos miembros más jóvenes de la familia de las lenguas semíticas: el árabe y el amhárico, los cuales surgieron a mediados del siglo IV de la E.C.

Esta veloz aparición y difusión del árabe y el amhárico ilustra lo que parece ser una característica especialmente notable en la familia de las lenguas semitas: cuando aparecen nuevos miembros del grupo, tienden a asimilar casi por completo a sus lenguas madre. Esto explicaría el hecho de que tantos idiomas de este grupo hayan desaparecido totalmente a lo largo de los siglos o se hayan convertido en lenguas fosilizadas, a menudo reducidas a un contexto mayormente religioso, dejando de formar parte del lenguaje diario. Este poder de asimilación ha sido sin duda un factor en la difusión del árabe, el cual desplazó por completo a sus predecesores después de unos pocos cientos de años en el área donde los hablantes de árabe llegaron a dominar a nivel político. De este modo, todas los idiomas del sur de Arabia y el arameo, en todas sus diversas formas dialectales, se convirtieron a todos los efectos en lenguas “muertas” muy poco después del nacimiento del islam en el siglo VII de la E.C. [6] El árabe hizo lo mismo incluso con el copto, lengua camita [7] que era la descendiente directa del egipcio faraónico y todavía un idioma literario y cultural importante en la época de la conquista islámica. Hoy en día sobrevive sólo como el idioma litúrgico de la comunidad cristiana copta de Egipto, la cual, por lo demás, emplea el árabe en todas las esferas de su vida diaria. [8]

En contraste, cuando el árabe ha competido por el territorio con los idiomas indoeuropeos o con los miembros de otras familias lingüísticas lejanas, como el turco (el cual forma parte de la familia de lenguas altaicas, originarias de la Mongolia central), sus resultados no han sido ni mucho menos tan exitosos. Por ejemplo, cuando el árabe fue introducido en la meseta iraní después de que los ejércitos árabes derrotaran al Imperio Sasánida en 630 de la E.C., durante un tiempo pareció dominar de manera aplastante sobre las lenguas persas indoeuropeas de la región. Pero desde finales del siglo X, una forma renovada del antiguo idioma persa (pahlavi) resurgió con decisión, no sólo como lengua escrita sino también como vehículo para las actividades del gobierno y la cultura literaria. Este “nuevo” persa ha seguido predominando en esta área geográfica en los siglos sucesivos y el persa moderno hablado en la actualidad es prácticamente idéntico a aquel.

El árabe no fue la primera lengua semítica en exhibir esta tendencia a arrollar por completo a sus predecesoras. El arameo, el idioma de varios pueblos que vivían en Siria y en la Alta Mesopotamia, fue el primero en adoptar este modelo mucho tiempo atrás, desplazando (aunque no de repente ni necesariamente al mismo tiempo) tanto a la lengua acadia de los pueblos que habían gobernado la cuenca del Tigris y el Eufrates después de los sumerios (quienes hablaban un idioma no semítico) como al hebreo y otras lenguas cananeas que habían sido usadas a lo largo de la franja costera de Oriente Medio. [9] En la época del nacimiento de Jesús, por ejemplo, los judíos usaban en sus escritos y en su vida diaria tanto la versión dialectal judía del arameo como el griego. Igualmente, el dialecto arameo de la ciudad de Edesa, conocido como siríaco, se convirtió en el idioma empleado por las comunidades cristianas situadas al este de Constantinopla.

A pesar de que los dialectos arameos siguieron desarrollándose hasta dominar la zona de Oriente Medio y convertirse en la lengua franca del Imperio Persa, en el sur, menos sometido a la presión uniformizadora de los complejos sistemas de gobierno y educación imperiales, prevaleció una situación lingüística mucho más fluida y menos estática. Viejas civilizaciones habían surgido en la periferia sur de la Península Arábiga, basadas en las ganancias obtenidas por el comercio, sobre todo de la compraventa de incienso a larga distancia. Las sucesivas dinastías que controlaron este territorio de “Sheba” (o, más propiamente, Saba) usaban diversas variedades de un idioma que hoy en día se suele llamar “antiguo arábigo meridional”, del cual el dialecto más importante fue probablemente el sabeo. Nuestros principales registros de estas lenguas proceden de inscripciones y no de documentos escritos, por lo que nuestro conocimiento acerca del modo en que se produjo su primer desarrollo y posterior cambio es necesariamente incompleto. Más al norte dominaba un estilo de vida tribal y nómada, y aunque disponemos de registros epigráficos fragmentarios de algunos de los dialectos usados por estas tribus, nuestro conocimiento actual sobre la verdadera situación lingüística que prevalecía en esta zona es incluso más incompleto que el que poseemos sobre los reinos del sur de Arabia. [10]

Aunque los ecos del glorioso pasado y de los grandes logros de los sabeos y otros pueblos del sur continuarían resonando en la literatura del mundo árabe-islámico durante toda su larga historia, los expertos en historia de la literatura árabe, en sus escritos sobre el nacimiento de ésta, siempre han centrado su atención en los nómadas árabes del norte. La razón primordial de ello es de carácter lingüístico: la lengua empleada en todo el mundo árabe actual, conocida como fusha o “árabe normativo”, es el mismo idioma usado por estos árabes del norte, reflejado en su forma escrita en la revelación del Corán, tal y como ésta fue registrada a comienzos del siglo VII de la E.C.

Aunque el sabeo, la principal lengua del sur, y el árabe son muy similares, resulta evidente que son dos idiomas distintos, tan diferentes como el inglés y el alemán actuales, y probablemente tan mutuamente compresibles o incomprensibles entre sí como estos últimos. Es casi seguro que el sabeo es la más antigua de las dos lenguas, siendo ya usada para inscripciones en el año 600 a.E.C., mientras que la primera evidencia que tenemos del árabe como idioma escrito es de 900 años después, en una inscripción fechada en 328 de la E.C. Sin embargo, cuando las dos lenguas entraron en contacto y se mezclaron después del nacimiento del islam, el árabe del norte (mudari), respaldado por la autoridad religiosa del Corán, sustituyó por completo a su pariente más viejo como idioma de la alta cultura. El sabeo sólo sobrevive hoy en bolsas aisladas de territorio, donde continúan existiendo diversas variedades dialectales usadas únicamente a nivel hablado. Toda la comunicación por escrito en el sur se lleva a cabo en árabe mudari.

Aunque el árabe mudari pertenece a la rama sur de las lenguas semíticas, parece haber compartido también una relación especialmente estrecha con una lengua semítica occidental: el arameo. Esto es debido en gran parte al hecho de que los nabateos –una tribu nómada norteña que en el siglo IV a.E.C. se desplazó hacia los límites de la ecúmene y se estableció para controlar el extremo norte de la ruta del incienso– hablaban un idioma muy similar al árabe, pero empleaban el arameo como lengua oficial para comunicarse por escrito. [11]

La razón por la cual es tan importante destacar la estrecha relación entre el árabe y el arameo es que el primer ejemplo documentado que tenemos de árabe mudari –un epitafio de una tumba situada a unos 100 km. al suroeste de Damasco y justo al este del Mar de Galilea– está escrito con el alfabeto arameo (nabateo), aunque el vocabulario y la sintaxis son casi idénticos a los de la forma “clásica” de árabe codificada en el Corán. Esta inscripción, conocida como “inscripción de Namara”, por el lugar donde fue encontrada, es importante tanto a nivel histórico como lingüístico. Fue descubierta en abril de 1901 por dos arqueólogos franceses, R. Dussaud y F. Macler, en una escarpada zona del sur de Siria. En Namara existió en su momento una fortaleza romana, pero mientras los arqueólogos exploraban el área encontraron un mausoleo mucho más antiguo y completamente en ruinas. Se trataba de la tumba de Imru’ al-Qais [12] , el segundo rey de la dinastía de los lájmidas, una importante familia del norte de Arabia que en esa época estaba aliada con los bizantinos y más tarde se desplazaría hacia el este (a la zona que rodea la moderna Basora) y se convertiría en un Estado satélite de los persas sasánidas. [13]

La inscripción de Namara fue grabada en una gran roca de basalto que originalmente había servido como dintel para la entrada de la tumba. Identifica al ocupante de la tumba como Imru’ al-Qais, hijo de ‘Amr (el primer rey lájmida), llamado “rey de los árabes”, y da alguna información sobre sus notables proezas durante su reinado. Luego ofrece lo que quizá es el dato más importante de la inscripción: la fecha de la muerte del rey, 7 de Kaslul (diciembre) del año 223 de la era nabatea de Bostra (328 de la E.C.). Presumiblemente, la tumba no fue construida mucho después de la muerte de Imru’ al-Qais, lo cual significa que podemos datar con cierta seguridad la fecha de la inscripción.

Para Dussaud y sus compañeros epigrafistas, lo más sorprendente de esta tumba no sólo era que hiciera retroceder la historia del árabe mudari hasta casi 200 años atrás con respecto a la inscripción más antigua hasta entonces encontrada, la cual había sido fechada en 512 de la E.C. [14] , sino que el idioma empleado fuera tan parecido al árabe del Corán. Aparte de unas pocas palabras como bar en lugar de ibn (“hijo”), las cuales son claramente arameas, y algunas formas dialectales como ti en lugar dedhi (“este”) y dh en lugar de alladhi (“el que / el cual”), el vocabulario y la sintaxis no difieren notablemente del árabe “clásico” del siglo VI de la E.C.

La fecha de esta inscripción nos permite conjeturar que, en esa época (328 de la E.C.), el árabe mudari ya se había convertido en una lengua independiente con muchas de las características que asociamos al árabe moderno, aunque resulta frustrante que las pruebas de su uso a lo largo de los tres siglos siguientes continúen siendo fragmentarias. Sólo a partir de mediados del siglo séptimo comenzamos a tener algo más que pruebas epigráficas aisladas de su existencia, cuando el idioma se había convertido en el medio de comunicación preferido para un imperio en expansión y para una nueva religión, dinámica y atrayente.
Notas
[1] Traducción, extracto y adaptación del texto aparecido en: http://www.indiana.edu/~arabic/arabic_history.htm (Nota de la Redacción).
[2] Terri DeYoung es profesor adjunto en el Departamento de Idiomas y Civilizaciones de Oriente Medio de la Universidad de Washington. (Nota de la Redacción).
[3] La abreviatura E.C., que significa “era común”, es cada vez más usada para designar el sistema de datación que predomina en la literatura occidental moderna, con el fin de evitar las implicaciones religiosas cristianas de la antigua abreviatura A.D. (anno domini , del latín, “año de nuestro Señor”). Lo mismo se puede aplicar al caso de la abreviatura d.C. o a.C. (“después de Cristo” y “antes de Cristo”).
[4] El propio idioma hablado por los persas, el farsi, empleaba un alfabeto basado en el del arameo. Más tarde, cuando los musulmanes conquistaron el Imperio Persa (siglo VII), el alfabeto basado en el arameo fue sustituido por otro basado en el del árabe, el cual se ha seguido empleando hasta la actualidad. (Nota de la Redacción).
[5] De la familia de lenguas semíticas tenemos registros escritos ininterrumpidos desde 2500 años a.E.C. hasta el presente, lo que hace de ella la mejor testimoniada históricamente. Compárense los 4500 años de registros de lenguas semíticas con los algo más de 3500 de textos en lenguas chinas, los 3400 de textos griegos o los 3200 que median entre las primeras inscripciones en egipcio antiguo y los últimos textos en copto. Debemos recordar asimismo que fue la lengua fenicia, también perteneciente a la familia semítica, la primera en escribirse mediante un sistema alfabético, el cual se considera el antecesor de todos los alfabetos modernos. Los primeros registros de esta escritura datan del 1200 a.E.C. (Nota de la Redacción).
[6] Este desarrollo, sin embargo, se vio favorecido por el hecho de que el califa omeya ‘Abd al-Malik declarara el árabe como único idioma de las cancillerías de gobierno durante la década del 690 de la E.C.
[7] “Semita” y “camita” son adjetivos que se formaron basándose en los nombres de los hijos de Noé mencionados en el relato bíblico del Diluvio. Cuando las aguas retrocedieron, Noé y sus hijos salieron del Arca para repoblar la tierra. Según algunas interpretaciones del texto bíblico, Sem se estableció en Asia y los hebreos se contarían entre sus descendientes, mientras que los descendientes de Cam serían los antepasados de los pueblos africanos. De este modo, los lingüistas del siglo XIX, de un modo bastante fantasioso, llamaron “semíticas” (una variante de la pronunciación “shemítica”) a las lenguas emparentadas con el hebreo y “camíticas” a las lenguas de Africa. Hoy en día mucha gente todavía usa estos viejos nombres, pero son cada vez más conocidas como “afro-asiáticas”. No es necesario decir que todos los idiomas de esta familia “afro-asiática” tienen ciertas semejanzas que indican un antepasado común.
[8] Para más información sobre la comunidad copta, véase Joseph Maila, “Los árabes cristianos: del ‘problema de Oriente’ a la reciente situación política de las minorías”, en revista Alif Nûn nos 56 (enero de 2008) y 57 (febrero de 2008) ; Juan Pedro Monferrer Sala, Introducción al Cristianismo árabe oriental , Universidad de Córdoba, Córdoba, 2008. (Nota de la Redacción).
[9] El hebreo fue revivido premeditadamente como lengua hablada en el siglo XX por un grupo de profesores e intelectuales totalmente entregados a esa tarea, quienes hicieron frente a grandes dificultades para convertirlo de una lengua litúrgica en un medio de expresión sensible y capaz de transmitir una cultura viva y de hacer frente a todas las necesidades diarias, desde las más bajas a las más altas.
[10] Una interesente introducción a las complejas relaciones entre las distintas lenguas semíticas y los problemas para rastrear su desarrollo histórico puede verse en Kees Versteegh, The Arabic Language , Columbia University Press, New York, 1997, sobre todo los capítulos 2º y 3º.
[11] Podemos deducir esto de manera indirecta del hecho de que los errores cometidos en sus inscripciones arameas son del tipo de los que haría alguien que hable alguna variedad de árabe. Para más información sobre las características del árabe nabateo, véase John Healey, Nabatean Tomb Inscription of Mada’in Salih, Oxford University Press, Oxford, 1993, pp. 59-60.
[12] Aunque su nombre es el mismo, éste no es el antiguo poeta de la yahiliyya (periodo preislámico) que también perteneció a una familia de monarcas. Este Imru’ al-Qais vivió casi 200 años antes y perteneció a una dinastía completamente diferente. (Nota del autor)
Para más información sobre la figura del Imru’ al-Qais poeta, véase Redacción Alif Nûn, “ Literatura árabe preislámica ”, en revista Alif Nûn nº29, julio de 2005. (Nota de la Redacción).
[13] Para más información sobre los lájmidas o Banû Lajm, véase Redacción Alif Nûn, “ Nacimiento y expansión del Islam ”, en revista Alif Nû n nº 59, abril de 2008. (Nota de la Redacción)
[14] Desde entonces se han encontrado otras inscripciones que han sido fechadas (provisionalmente) a comienzos del siglo quinto.
Bibliografía recomendada
- Ignacio Ferrando, Introducción a la historia de la lengua árabe. Nuevas perspectivas , Edición personal, Zaragoza, 2001.
- Mahmud Sobh, Historia de la literatura árabe clásica , Cátedra, Madrid, 2002.
- Mª Jesús Rubiera Mata, La literatura árabe clásica , Universidad de Alicante, Sevilla, 2005.
- Mª Antonia Martínez Núñez, Epigrafía árabe , Real Academia de la Historia, Madrid, 2008.

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